(Publicado por diario La Nación, jueves 22 de julio de 2010)
Caos en Constitución por una protesta
Cientos de pasajeros se desesperaban por viajar después de horas de espera. Un grupo intentaba tirar abajo las rejas del hall de Constitución. Otros corrían para tomar los andenes y subirse a los trenes parados, después de nueve horas de servicios cortados. La policía corría tirando gases lacrimógenos cuando empezaron a volar piedras y a estallar vidrios. Volaban matafuegos contra las ventanas. La gente reclamaba a los gritos: quería viajar sí o sí.
En la estación Avellaneda, mientras tanto, las vías seguían cortadas. Eran las 20.30 y empleados de compañías tercerizadas por la empresa concesionaria de la ex línea Roca exigían sobre los durmientes que los reconocieran como trabajadores ferroviarios. Sólo cuando llegaron las primeras noticias de los incidentes apareció una repentina tregua. En Constitución seguía viva la noche de furia.Las vías estaban cortadas desde las 11. El reclamo principal fue siempre el mismo: que los empleados tercerizados, sin excepción, fueran incorporados bajo el convenio de la Unión Ferroviaria (UF) como trabajadores permanentes de la línea. En ese caso, los sueldos serían hasta tres veces más altos.
"Somos ferroviarios. Tenemos que cobrar más", insistía ante La Nación uno de los referentes del reclamo, Carlos Gutiérrez. Sacó un recibo de Herso SA, dedicada a mantenimiento. Aparecía un salario de 1.909 pesos por un trabajo de 7 a 16, cinco días a la semana. Insistía Gutiérrez que si fuera trabajador agremiado a la UF, cobraría 5.100 pesos.
Reclamos similares se repetían por decenas en la protesta, mientras el gremio de los ferroviarios mandaba comunicados para desentenderse de la cuestión. "Son trabajadores de limpieza, de seguridad, de mantenimiento. No están representados por nuestro gremio", decía José Pedraza, secretario general.
Caía la tarde y los pasajeros seguían sin viajar. La situación se tornó especialmente tensa después de las 18, en hora pico. La gente se impacientaba. "¡Basta de paros! ¡Queremos viajar!", se oía una y otra vez en Constitución. Los pasajeros se amontonaban en los andenes.
Entonces intervino el Gobierno. Funcionarios de la Secretaría de Transporte citaron a los manifestantes a una reunión de urgencia en una de las oficinas de Constitución. Pusieron una condición: que dejaran circular las formaciones varadas.
En Avellaneda ya se habían empezado a movilizar patrulleros, agentes de infantería y carros hidrantes. Circuló la versión de que había una orden de desalojo, pero en la Justicia lo desmentían. "El Gobierno está a cargo", se excusaron.
Ya eran las 19. En los andenes había gente esperando desde las 14. Cuando empezó el encuentro reservado se anunció la salida de varios trenes. La gente se apretujaba para entrar en los vagones. La policía tuvo que separar a muchos pasajeros que se tiraban contra las puertas y no dejaban que se cerraran.
La euforia duró cinco minutos. Enseguida alguien de la comitiva negociadora avisó por celular a Avellaneda que los funcionarios no cedían. Y volvió el corte. "¡No somos piqueteros. Somos laburantes y queremos que nos respeten!", decía Angel Toledo, empleado de la empresa Aumont. Insistía en que en 2008 habían encabezado una protesta similar y que el Gobierno había prometido ocuparse. "Nunca pasó nada", se quejaba.
En Constitución la paciencia llegó al límite. "¡O arrancan o rompemos todo!", empezó a oírse en el hall. Un grupo entonces intentó prender fuego papeles cerca de un vagón. Aparecieron los bomberos y la policía. Pidieron paciencia. Hasta que alguien tiró una piedra. Al rato volaban botellas, gases lacrimógenos y trompadas.
En Avellaneda sonaron otra vez teléfonos, en medio de la protesta y el caos. Y apareció una promesa. "Reincorporan despedidos y van a revisar la situación de cada uno", anunció Toledo a La Nación. Hoy terminarán las negociaciones. Y, a las 16, los manifestantes se reunirán en un local porteño, en Boedo 120. Decidirán entonces si vuelven a las vías.
Juan Pablo Morales
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